lunes, 14 de enero de 2008

Do ut des en el prado de las estrellas




El viernes tuve el privilegio de asistir a la presentación en sociedad de la película de Mario Camus “El prado de las estrellas”. Lejos de los efectos especiales y de las grandes superproducciones, esta es sin duda una historia muy personal e intima del director.

"El prado de las estrellas" es una historia de personajes, pero también una historia de historias, donde se entrecruzan aspiraciones y sufrimientos.

El protagonista es Álvaro de Luna, un habitual de nuestro cine que sigue en plena forma gracias al estreno de "Teresa, el cuerpo de Cristo" o "¿Y tú quién eres?". Junto a él, jóvenes promesas como el debutante Óscar Abad o los televisivos Marián Aguilera (Los Hombres de Paco) y Rodolfo Sancho (MIR). Completan el reparto otros ilustres como Manuel Alexandre (Elsa y Fred), Antonio de la Torre (Azuloscurocasinegro) y Mary González (Historias del Kronen). Álvaro de Luna y Óscar Abad han sido nominados al Goya como mejor actor y mejor actor revelación.

Sin embargo voy a permitirme alejarme un poco de la crítica habitual y hablar de algo que sin duda es lo que más y mejor me transmite la película. El viernes pasado, en el post sobre los guionistas, escribía casi profético las palabras latinas “do ut des”. Algo que ha causado mucha expectación entre varios lectores habituales de este blog.

La expresión simboliza una forma de ver la vida, un sentimiento global de generosidad real. Dar para recibir. Es incontestable la capacidad del ser humano en convertirse en un extraño ser avaricioso y huraño. Contra eso no podemos luchar, o al menos no nosotros. Debemos sin embargo, generar un intercambio rico y limpio. Sin esperar nada a cambio. Ofrezco mis gestos de amistad, simplemente porque eso me hace feliz a mí también.

En la película, unas personas se ofrecen a ayudar a un joven simplemente por que si éste alcanza el éxito, ellos recuperarán la felicidad. Podíamos hablar y estrujar mucho más esta situación y hablar de la confianza, del compromiso adquirido, de la figura del coach deportivo, pero hoy no. Hoy quedémonos con un aspecto menos técnico y más humano. Quedémonos con la sensación de la colaboración mutua. Con el dar para recibir.

A todos nos gusta sentirnos respaldados, apoyado y motivados. Sin embargo nos cuesta mucho hacer lo propio con nuestros semejantes, simplemente por el hecho de hacerlo. Sin dar consejos, sin querer solucionar el problema. Eso no ayuda a la otra persona. Simplemente debemos demostrar que estamos ahí. Y que ese apoyo lo otorgamos sin ningún otro motivo que el ser felices.

Cuando se establece esa relación con alguien, sabes que algo ha cambiado. Y por muchos kilómetros que os separen, nunca viajas solo. Siempre tendrás un compañero en el camino para superar los malos momentos y reírte de los buenos.

Y puede que esas personas avariciosas o hurañas se aprovechen en algún momento de tu capacidad generosa. Pero creeme si te digo, que esas personas son solo baches en el camino que sin lugar a dudas, dejarás atrás. Muy atrás.


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